El pasado 18 de agosto, se cumplieron 56 años de la muerte de Alberto Hurtado Cruchaga y en ese contexto podemos dar una breve mirada histórica a la figura de quien indudablemente es uno de los “grandes chilenos” y al mismo tiempo un sujeto histórico. Hurtado Cruchaga “Terminó derecho. Completó los largos estudios humanísticos, filosóficos y teológicos de los jesuitas. Obtuvo un doctorado en educación. Realizó una maratónica indagación para conseguir profesores para la naciente Facultad de Teología de la Universidad Católica y ayudó a formar su biblioteca. Enseñó un tiempo en las facultades universitarias de Educación, Arquitectura y Derecho. Participó en las Semanas Sociales Francesas. Creo la Acción Sindical Chilena. Fundó la revista Mensaje. Leyó de todo. Escribió varios libros” (Alberto Hurtado, Intelectual, El Mercurio, domingo 7 de agosto de 2005, p. E 18)Nadie puede negar a estas alturas la importancia y trascendencia histórica que tiene para la Iglesia Católica y para el país la figura del sacerdote Jesuita. Hurtado fue un visionario, intelectual, humanista, progresista, aventajado, un hombre fuera de lo común, un incomprendido social, un tipo políticamente incorrecto. Tuvo la fuerza y la convicción (seguramente espiritual) de que era necesario acompañar el mensaje de cristo, las oraciones, los retiros, el culto a los santos y cuanta esencia rodea a la fe católica, de la praxis social y de la lucha sistemática por la justicia de los más pobres y necesitados. Su accionar, muchas veces trasgresor de su propio sector social y espiritual, en ocasiones no fue comprendido. Se le tildó de cura rojo y preocupado de temas o asuntos de los cuales el purpurado católico, los altos dignatarios y la clase política más afín con el catolicismo simplemente miraban con distancia y menosprecio. Los rotos, los pobres, los marginales, están ahí, son parias sin historia de la sociedad, por lo tanto no importan. “Por ello se quejó a Pío XII de las injusticias de la sociedad, de la miopía existente y hasta del perfil piadoso pero poco clarividente de los obispos de entonces. Lo angustiaba que no comprendieran lo que sucedía”. Asimismo “atacó al catolicismo burgués porque espantaba a los pobres de la Iglesia y fue atacado por los católicos tradicionales que lo acusaban de comunista” (Ibidem, p. E 19).El discurso del otrora sacerdote fue cada vez mas fuerte, en cada una de sus intervenciones y de sus escritos se apreció su desvelo por las condiciones de vida y todo lo que aquello engloba de los pobres y de “los callamperos, los hombres, mujeres y niños del río y de la calle”. En uno de sus escritos más destacados como fue “Humanismo Social. Ensayo de Pedagogía Social, dedicado a los padres y educadores de familia” (1947), “...invitó a los católicos a comprometerse en la lucha social, no en los términos de aquellos que “hacen de la lucha un instrumento de reforma social, que azuza el odio de clases”, sino como debiera hacerlo un católico: participando en ella, sin abstenerse, sin claudicar , pero desde la colaboración social, desde la fraternidad humana” (Salazar, Gabriel. “La gesta profética de Fernando Vives, S.J., y Alberto Hurtado, S.J. Entre la espada teológica y la justicias social”. Santiago, CED, 2003, capítulo 5, p. 185)Hurtado supo compatibilizar sus oraciones y escritos con la practica y la acción. No trepidó en manifestar una y otra vez las desigualdades sociales, la inequidad e injusticias con los pobres. Su famosa frase “dar hasta que duela” a estas alturas del siglo XXI más parece un slogan que una realidad dentro de los que años atrás presenciaron estupefactamente su canonización. Los mismos que santamente hincharon y se golpearon el pecho de alegría y más de una lágrima derramaron durante su canonización, hoy pueden introspectivamente cuestionarse como el mensaje filantrópico de San Alberto se ha ido perdiendo y trastocando en el tiempo. Las desigualdades sociales en nuestro país se han incrementado en los últimos años; mientras los católicos ultramontanos, más pudientes y acomodados, algunos de ellos que fueron a Roma y realizaron vigilia en octubre de 2005 esperando las palabras de Benedicto XVI, se solazan de lo bien que les ha ido, se contentan y conforman con el 1%. Hablan de caridad, dan “una monedita” al pordiosero de la esquina, pero al mismo tiempo ignoran la injusticia que se esconde tras aquello. Con seguridad, la gran masa de pobres sigue esperando quizás a estas alturas algún milagro del nuevo Santo que los saque de su postración. De seguro San Alberto, al ver como se acrecientan las desigualdades, se da vuelta en su tumba y su sonrisa de hombre bonachón sufre una trasformación gigantesca y una vez más se pregunta: ¿Es Chile un país católico?.(También se puede leer y comentar en http://blog.elsur.cl/)
--Publicado por Danny Gonzalo Monsálvez Araneda para GENTE DE MENTE el 8/26/2008
lunes, 1 de septiembre de 2008
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